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sábado, 14 de enero de 2012

Algunas dificultades con los No-Catolicos


Las Dificultades del Católico ante el juicio de los No-Católicos

“Si alguna vez oyes una dificultad contra la Religión Católica y no sabes resolverla, no te alarmes por eso. Es imposible que tengas a mano los conocimientos necesarios para resolver todas las dificultades, y para demostrar que la tal dificultad es muchas veces un sofisma, un engaño, un falsear la verdadera realidad de las cosas.

Pero no por eso debes darte por vencido. Acude a una persona que entienda de Religión y pueda resolvértela. Ten la seguridad de que todas las «pegas» contra la Religión tienen su solución, aunque tú no la conozcas. Es más, han sido solucionadas ya muchas veces; pues los enemigos de la Iglesia siempre están repitiendo las mismas cosas, y no se dan por enterados de las soluciones que ya se han dado.


Acerca de los que tienen dificultades contra la Religión hay que tener en cuenta que algunos preguntan para aprender (desean encontrar soluciones a sus dificultades), pero otros preguntan para atacar, y desearían que sus preguntas no tuvieran respuesta, para así tener una excusa al sacudirse de encima el cristianismo porque les estorba.


Para instruirse en Religión es muy conveniente oír conferencias religiosas y leer libros de formación religiosa. Todos debemos preocuparnos de tener una formación religiosa proporcionada a nuestro estado y a nuestra cultura humana y profesional…


Cuando en un grupo se entabla una discusión de Religión, verás que, generalmente, los que llevan la voz cantante son los que menos saben de Religión, pero que su ignorancia los hace tremendamente audaces. A éstos es difícil convencerles, porque su amor propio rechazará los mejores argumentos. Pero si en el corro hay gente de buena voluntad, a quienes crees que tu solución puede ser provechosa y disipar errores, expón tu pensamiento con calma y con vista. Te será además útil pasar a la ofensiva, descubriendo la ignorancia religiosa del que disparata.


Con todo, has de procurar no ofender a nadie, si no es necesario. Pero sé fuerte si alguno tiene positivamente mala fe y quiere propagar el mal. Ataca su error aunque se ofenda.


Si alguien toma el arma del ridículo contra la Religión, tómala tú también para defenderla. Es muy importante que consigas que los que se están riendo en el grupo se pongan de tu parte.


Si no te sientes con fuerza para dominar el grupo, has de saber que, después, en particular, te será mucho más fácil hacerles bien, y encontrarás razonables a muchos que en el grupo parecían fanfarrones.


En las discusiones de religión con descreídos suelen presentarse los siguientes pasos:


Primero el descreído empieza con aires de superioridad, como si los católicos fuéramos unos ignorantes.

Cuando se las da razones de nuestra fe, entonces empiezan a contar historias de malos sacerdotes.


Cuando se les refuta sus generalizaciones con historias de sacerdotes ejemplares y de santos, entonces se nos dice que somos unos soberbios por creernos en posesión de la verdad. Y se quedan atónitos ente nuestra respuesta:


¡Efectivamente! Así es. Porque si no estuviera seguro de la verdad de la Iglesia Católica, no sería un católico convencido.”




P. Jorge Loring S, J, - Tomado de su libro “PARA SALVARTE”

viernes, 13 de enero de 2012

Cuestiones de Creer o No creer en Dios

Ateos, creyentes y vida eterna


El materialista convencido dice: no hay Dios, ni cielo, ni espíritu, ni otra vida después de la hora de la muerte.

El espiritualista (los creyentes suelen serlo, aunque no siempre nos acordamos de ello) dice: hay Dios, cielo, espíritu y otra vida más allá de la frontera.

No existe ningún método químico, ninguna prueba de laboratorio, para decidir quién tiene razón y quién se equivoca. Si hubiese algún método evidente, claro, indiscutible, para llegar a una respuesta definitiva en este tema, hace siglos que habría terminado la discusión entre espiritualistas y materialistas. Pero la disputa sigue en pie, y todos nos encontramos a un lado o al otro de la plaza.

Llegará, sin embargo, el momento en el que este asunto quedará “resuelto” para siempre: tras la hora de la muerte.

Las posibilidades, a la hora de llegar a la tumba, son dos: o no existe otra vida, o sí existe y continuamos nuestra existencia (obviamente, de otro modo) porque tenemos la chispa del espíritu.

Ocurre, sin embargo, algo paradójico. Si todo se termina con la muerte, si la creencia en el espíritu era un error inmenso o un engaño maquiavélico, el materialista no podrá decir, tras la muerte, que tenía razón. A la vez, el espiritualista no se dará cuenta de que había vivido equivocado, ni se lamentará por haber soñado en un cielo inexistente. Los dos se esfumarán, como el humo que disipa el viento, como el fuego que agoniza con la lluvia que cae sobre la hoguera.

En cambio, si somos espirituales, si tenemos una vocación eterna, si Dios nos espera en la otra orilla, la situación será sumamente diversa. El espiritualista, el creyente, gozará infinitamente al descubrir que tenía razón, que había vivido pensando en el cielo. El materialista, en cambio, deberá reconocer su error. Tal vez tendrá que enfrentarse con consecuencias no esperadas, con responsabilidades que había descartado por no creer que hubiese nada más allá de la frontera.

Pascal (1623-1662) preguntaba: ¿quién tiene más miedo de la otra vida, el que piensa que no existe algo tras la muerte y se comporta de tal manera que, si hubiese cielo o infierno, mereciese el infierno? ¿O el que cree en la vida eterna, y se esfuerza por alcanzar el premio que la virtud recibe tras la muerte?

Son dos modos de vivir muy diferentes, casi contrapuestos, aunque luego, ateos y creyentes (creyentes de verdad) parezcan vestir igual, entrar juntos por la mañana a la oficina, y salir los fines de semana fuera de la ciudad en busca de un poco de descanso.

La tumba espera, imperturbable, con su silencio y sus enigmas. Más allá (así lo espero, así lo creo) está un mundo misterioso y bello, donde Dios abraza a sus hijos, para vivir, eternamente, en la dicha de los cielos.

P. Fernando Pascual



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